30 julio 2012

rodear mis dedos largos de algo que ahora está, de tanto que ahora está siendo y yo no sé cómo

seguir rodeando mis dedos porque es placentero, 
recubrir lo convexo de mis uñas, 
aplastar dedo contra dedo, moldear un círculo que se desarma
enfocar:
veo las ramas llenas de alma
veo luz tan amarilla que se cae en mi ropa
veo aire verde en un fondo de gentes que viven y yo no sé cómo

23 julio 2012

dejar

la luz del sol 
caer
-un mediodía-
sobre tu espalda


ir a donde se pueda dejar siempre (a) algo
  ser
-el mío
y el ser mismo que me enuncia
todo el clamor de la vida
-te dejo quietud
en raíces de mi piel
crecer, te dejo


10 julio 2012

sí, podría llamar a las cosas por lo que ellas son -acá, a mi lado-
pero lo único que en realidad digo -o pienso -no es más que todo lo que espero de su ser
esperar como una acción pura y propia
esperar en el seno mismo de lo que ellas son, sin dejar de mirarlas por lo que muestran, pero observándolas como si creciera en ellas o de ellas un plano íntegramente ideal que se interpone con mi visión cotidiana y fortuita del mundo.





04 julio 2012

( II)

Creyó en algo más allá de su dedo cortado, tomó aire por la nariz y despacio, olía a un árbol de la calle, por la ventana se veían amontonados. El olor del árbol, lo rojo de la sangre, el pedazo de tela rústica.
Por años y años, habrá olores y sangre y telas rozándola.
Desplegada, se levanta para entrar, se despliega pensando en qué le daría la vida, en lo que le sería dado, en lo inalterable y estéril del mundo, en los vacíos que vienen como el papel de regalo de esta realidad. Debería pensar en eso ( al menos con frecuencia), para saberse parte de un acto incompleto o por lo menos, no tan inmaculado -como ella solía creer.

(I)

si pestañea cada vez más rígidamente, con las sombras opacas que bajan del párpado, se asume, como si subiera por sus dedos flacos, el vaporoso pensamiento que la deja siempre estática y dudando.
 nadie la mira, y ella se mira porque no lo cree, se toca el borde desprolijo del vestido que encontró tarde en el último cajón de la cómoda. Se pone tensa de pensar en el día entero, en cada hora y fracción de minuto que necesitará para abrirse camino en medio de la escándalosa ciudad. Se agacha de golpe, manotea para todos lados sin mirar, sus manos no encuentran nada, torpes regresan y torpes se raspan con el borde de una mesa metálica. Se corta, le sangra, quisiera no haberse cortado. No le duele, le sale más sangre, tímida y encogiendose su piel toma otro color, mientras piensa en el papelón de cortarse un dedo en medio de tanta gente, de mancharse los dedos de rojo, de ir en busca de algo para limpiarse. No lo hizo, levantó el mentón mirando hacia lo lejos, ocupando las manos, disimuló el incidente dejando que la sangre fluyera por algún paño de las telas que traía en su cuerpo.