veredas que callan porque las miran rostros como manchas aguadas de tanto llanto.
veredas grises o traslúcidas, plantadas sobre exquisitas ciudades, murmuran de cuando en cuando.
mías, veredas mías, cuando el sol desnudándolas me mira, y dejando en el aire sus miles de metafísicos puntos estarse ante mí, como salidos del cuerpo mío, blandiendo centelleantes formas, se me hacían la grandeza del día.
vienen, a pesar mío, o pese a ello, no lo sé.
son, la enmendadura del tiempo, de la vejez.
están, descascarándose las palabras bajo el sol que muere.
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